6.2.3. Difusión e implementación de soluciones técnico-ambientales
La difusión e implementación de medidas técnico-ambientales, es el
punto clave de un proyecto que tiene como objetivo la disminución de la
contaminación ambiental. Sólo aquí se puede ver si las medidas de
concientización
y capacitación han sido apropiadas y eficientes para abrir el camino.
Un proyecto es exitoso sólo si ha logrado mitigar los impactos ambientales
sustancialmente, lo cual se logrará vía una implementación y
difusión masiva de cambios tecnológicos.
Un proyecto puede concentrar sus actividades en una región (para
mitigar los impactos ambientales causados por la pequeña minería en un
entorno regional) o en un impacto especial (p.ej. para evitar la emisión de
vapor de mercurio en la quema de amalgama). Ya se ha mencionado que el
enfoque en sólo un determinado problema ambiental y su aislamiento de
problemas colindantes es poco recomendable, puesto que se tiene que buscar
soluciones integrales.
Sin embargo, el desarrollo de sistemas completos e integrados es complejo,
requiere más personal (que además tiene que ser más capacitado),
más dinero y consume mucho tiempo. Por esto, para entrar, ganar confianza
y conocer a los clientes es a veces conveniente empezar con un solo
problema individual (p.ej. que tenga una alta probabilidad de aceptación y
difusión), para luego complementarlo y relacionarlo con otros.
Las situaciones que se encuentran en las zonas mineras pueden diferenciarse
por las siguientes características principales (condiciones locales)
mencionados en la Tabla 24:
La complejidad de los problemas y sus soluciones aumenta del Tipo
A hasta el D, así como varía la idiosincrasia de los mineros. Para la planificación de la implementación de medidas técnico-ambienta-les
es importante determinar el tipo de condiciones locales (A-D) en el que se
ubica el proyecto. Para esto, es indispensable realizar una inventariación de las
operaciones. Esta debe recabar la siguiente información como la más importante:
El proyecto puede concentrar su trabajo en el impacto ambiental más
relevante de un área, o mejor, atacar un impacto menor, donde las medidas
técnico-ambientales sean más fáciles de implementar. Este último paso sirve
para ganar confianza en el grupo meta, para luego atacar los problemas
más graves. También, en algunos casos, es favorable atacar el problema con el
conflicto potencial más grande (p.ej. enfrentamiento entre mineros y
agricultores
sobre contaminación de aguas). En este caso, no solamente existe el gran
interés de las autoridades por llegar a una solución, sino también que existe una
alta predisposición de los mineros para cambiar sus procesos y evitarse
problemas
con sus vecinos agricultores (ver control/presión social, subtítulo 6.1.4).
Es poco probable que para los problemas técnico-ambientales, que el
proyecto encuentre en su área, ya existan soluciones conocidas que se puedan implementar directamente. También es poco probable que un proyecto
pueda desarrollar verdaderas nuevas tecnologías. Lo que sí existe es bastante
información técnica sobre procesos, máquinas y métodos, compilados por
diferentes
autores (63, 46,
99), así como literatura técnica correspondiente.
La calidad de los ejecutores de un proyecto se percibe principalmente
por la capacidad para seleccionar las tecnologías que puedan ser divulgadas
en el área del proyecto para mitigar los impactos ambientales en base a
conocimientos profundos tanto técnicos como socio-culturales.
Para preseleccionar tecnologías con un buen potencial de difusión,
se tienen que evaluar las mismas por el listado presentado en el subtítulo
5.7 (Tabla 19). Antes de realizar cualquier difusión, las medidas técnico-ambientales
seleccionadas tienen que ser adaptadas y probadas junto
con los mineros y aprobadas por ellos mismos.
Generalmente, las técnicas baratas y sencillas tienen mucho más
potencial de difusión que las costosas y/o complicadas. Por esto, es preferible
la difusión masiva de una tecnología simple, que posiblemente no
soluciona el problema en su integridad, en lugar de tratar de imponer
tecnologías de alta efectividad, pero de poca probabilidad de difusión.
Es necesario tener posibilidades de experimentar con varias técnicas
y optimizarlas en condiciones reales. Para esto sirven las denominadas “minas
piloto”. Aquí se investiga bajo condiciones reales del lugar (no de
laboratorio)
las posibilidades y limitaciones de las técnicas preseleccionadas. No
es posible prever cualquier problema práctico antes de enfrentarlo (que no
siempre es un problema técnico). Técnicas que parecían anteriormente
eficientes
o que dieron buenos resultados en otras áreas, se pueden mostrar
imposibles de aplicar en otras. Puede suceder, también, que técnicas que
parecían poco interesantes se vuelvan aplicables bajo ciertas condiciones
especiales del lugar. Por esto, no es recomendable entrar con una solución
prefijada a un proyecto. Como ejemplo, se puede mencionar aquí los varios
intentos de implementar y divulgar concentradoras centrífugas como única
solución para el problema del uso de mercurio en la pequeña minería (para
obtener en un solo paso un concentrado comerciable o fundible. En el caso
de estar ubicado en un área del Tipo B, C o D (ver Tabla 24), el proyecto tiene
que ofrecer toda una gama de técnicas factibles para satisfacer distintas
necesidades,
en diferentes niveles tecnológicos y diferentes condiciones locales.
Normalmente, ni las autoridades del sector minero-ambiental, ni los
ingenieros de un país conocen bien la idiosincrasia de sus pequeños mineros,
menos la pueden conocer los expertos internacionales. Por esto, los seminarios y talleres con los mineros, las visitas del grupo técnico a las
minas (p.ej. en la inventariación) no sólo sirven para que los mineros
conozcan
el proyecto, sino también para que el proyecto conozca a sus mineros.
Se debe poner suma atención, en entender la organización de las
minas y los grupos mineros, así como las relaciones socio-económicas
entre mineros, dueños de minas, equipos o plantas de beneficio, compradores
de mineral, vendedores de equipo e insumos, como a los aspectos
socio-culturales (religión, costumbres, supersticiones, etc.). Estos
aspectos y condiciones influyen en muchos casos más en la facilidad
de difusión de las medidas técnico-ambientales que en sus implicaciones
técnicas. Al contrario de los métodos técnicos, los aspectos socio-económico-
culturales son mucho más difíciles de cambiar. Si bien los mineros
en la mayoría de los casos aceptan ayuda técnica externa, si un
proyecto pretende cambiar sus costumbres o creencias o quiere cambiar
estructuras establecidas, ven esto como injerencia y falta de respeto.
Cambios tecnológicos, que para su funcionamiento necesiten cambios
organizativos sustanciales (p. ej. organización del trabajo o de responsabilidades
en una mina), son mucho más difíciles de realizar que los cambios
tecnológicos que encajan perfectamente en la estructura existente.
Un aspecto que se puede constatar en casi todas las minas pequeñas
es que el sistema de trabajo implantado se debe a que uno o varios de sus
componentes trabajaron en otra mina, en la mayoría de los casos como
obreros o como voluntarios, antes de incorporarse como «socios» o formar
parte del grupo fundador de la nueva operación, gracias a los conocimientos
adquiridos. Esta práctica permite identificar o clasificar los varios «modelos
originales» de minas o plantas de beneficio. Todas las plantas actuales
son copias de estos “modelos originales”, habiendo sido mejoradas en
muy contados casos. Peor aún, sin reflexión alguna, se siguen emulando
procesos que funcionan mal. Toda la información sobre tipos de maquinaria
y equipo disponibles, modo de construir, instalar y emplear, se sigue
transmitiendo y copiando de unas operaciones a otras. En la práctica, no
existe una verdadera innovación tecnológica por una demanda encauzada,
que sea el resultado de una “auto-capacitación” de los pequeños mineros
mediante libros, manuales, etc. Lamentablemente, se han dado demasiados
casos en que algunos “ocasionales ingenieros”, luego de prometer milagros
a los pequeños mineros, han fracasado rotundamente, lo que ha generado
una natural desconfianza hacia la tecnología “exógena” y el conformismo
con lo conocido y familiar.
Esta “autodifusión” de tecnologías caseras, no orientadas hacia el
objetivo de obtener resultados óptimos, sino orientadas bajo la premisa “lo
que funciona en el caso de los demás, también funcionará en el mío”, ha
traído como consecuencia que muchas de estas minas se encuentren en una
situación técnica y económica crítica (baja recuperación y productividad,
altos costos de operación, etc.).
A los mineros les falta predisposición para adaptarse a nuevas situaciones,
ya sean éstas referidas a la producción o a exigencias mayores, como
la protección al medio ambiente. A modo de ejemplo, se cita la realidad de
las operaciones aluviales, que al moverse río abajo van encontrando oro
cada vez más fino, pero siguen utilizando sus viejas canaletas de los buenos
tiempos donde el oro era grueso y se quedan sin saber qué hacer al ver
cómo gran parte del oro fino regresa al río con la pulpa de las colas. Al no
conocer otras técnicas apropiadas para mejorar su recuperación, algunos
empiezan a agregar mercurio a su canaleta, en espera de captar el oro fino,
logrando solamente contaminar el medio ambiente.
Las diferencias en nivel tecnológico entre diferentes operaciones de
una misma región, que trabajan sobre un mismo tipo de yacimiento, no se
deben tanto a algunas diferencias que podrían existir (p.ej.características
geológicas y mineralógicas de su yacimiento, infraestructura disponible,
etc.), sino que resultan, ante todo, de las diferencias en capacidad de inversión
de los diferentes grupos. Si bien existen mineros, que por mucho tiempo
demuestran satisfacción con su sistema de trabajo y sus ganancias, la
tendencia general es de mecanizar y agrandar aún más su operación para
ganar más.
Se ha visto que los procesos de desarrollo tecnológico en la pequeña
minería siempre han comenzado como “experimentos“ de empresas individuales,
que han ensayado con éxito alguna innovación y con esto han logrado
ventajas técnico-económicas. Luego, estas soluciones han sido copiadas
y aplicadas por empresas vecinas. La sustitución de baterías de molinos de
pisones (bocartes) por molinos chilenos en Ecuador y Colombia, así como
la introducción de la cianuración en los países andinos del norte, son tan
sólo dos ejemplos para corroborar este mecanismo de difusión.
La difusión de tecnologías basada en “modelos” es el mecanismo
que el proyecto puede utilizar para transferir tecnologías limpias, aprovechando
la vía tradicional de difusión de conocimientos. Dado que las tecnologías
no pueden ponerse a prueba en laboratorio y que, con razón, nadie
aceptaría una demostración realizada allí como “auténtica” o real, habrá que encontrar primero minas apropiadas que estén dispuestas a correr el
riesgo de una reconversión hacia el uso de nuevas tecnologías. Ello requiere
no sólo la predisposición a asumir el riesgo y tener plena confianza en los
colaboradores de un proyecto de fomento, sino también el consumo considerable
de fuerza de trabajo, tiempo y, por último, pero no menos importante,
la disponibilidad de recursos financieros.
No en todas las minas la toma de decisiones es fácil y rápida. En el
caso de cooperativas o sociedades, donde el número de socios varía entre
20 y más de 100 (responsables directos de cualquier toma de decisión),
toma bastante tiempo hasta que se hayan tomado decisiones claras. Ello
implica un largo período de preparación y consecuentemente, también, de
asignación de personal al proyecto. Pese a todo este trámite, no se puede
descartar un eventual fracaso, ocasionado por un cambio repentino de decisión
(por ejemplo, el cambio repentino del directorio de una cooperativa). El éxito de una medida depende principalmente de la selección de la
mina donde se aplicarán las nuevas tecnologías por primera vez. Los errores
no sólo cuestan dinero, sino, sobre todo, mucho tiempo. Una mina elegida
como “piloto” debe reunir las siguientes características:
Resta definir qué se entiende por “operación exitosa”: Las pequeñas minas de una región se diferencian por su nivel
tecnológico;
no obstante, existen algunas que sobresalen y están por encima del promedio, es decir que han logrado un mejor equipamiento técnico y
procedimientos
más refinados que sus homólogas. Estas “operaciones exitosas”
se distinguen de todas las demás por su mayor productividad, organización
rigurosa, mayor grado de mecanización, mejores condiciones de trabajo,
sueldos más altos, mejor situación de vivienda y otros factores. Es por ello
que en los círculos de mineros se las presenta, reconoce y estima siempre
como modelo a seguir. Suelen ser minas relativamente antiguas, que han
alcanzado su estado actual con el transcurso de los años gracias a un trabajo
duro, pero también gracias a la suerte (buenos yacimientos, acceso a crédito,
etc.). Son especialmente idóneas para equiparlas como operaciones
modelo. Debido a su buen funcionamiento, sus socios no se preocupan tanto
por la subsistencia cotidiana, sino que reflexionan permanentemente sobre
posibles mejoras, incremento de producción, nuevas adquisiciones, etc.
Por lo tanto, en su caso existe una predisposición natural, basada en una
cierta sensación de seguridad, como para detener su planta por unos días a
fin de realizar modificaciones, mientras que operaciones vecinas simplemente
no pueden permitirse este “lujo”, porque simplemente significaría
renunciar al pan del día. Se ha puesto “operación exitosa” entre comillas porque no siempre
la elección de ésta es la aconsejable. Sin duda, este concepto ha dado buenos
resultados en algunos casos. No obstante, en algunas áreas las minas
exitosas no sólo son las más grandes y ricas, sino también las más saturadas
y perezosas, debido a su éxito y sus buenas ganancias. Si la oferta del
proyecto,
de ayudar a mejorar la tecnología no encuentra ningún interés en una
de las minas exitosas de una región, el proyecto tiene que buscar otras
oportunidades
de implementación de sus primeras medidas técnico-ambientales. Un objetivo o argumento muy apropiado, que viene al caso para lograr
esta oportunidad, son las minas que quieren mejorar sus producción
(ingresos), pero no tienen la capacidad técnica necesaria. En estos casos, el
proyecto tiene la posibilidad de ofrecerles asistencia técnica, con la
condición
de implementar paralelamente medidas ambientales. En el caso
de la pequeña minería aurífera primaria en Bolivia, esta estrategia ha
funcionado
muy exitosamente.
Para cualquier mina modelo, donde se hayan implementado medidas
técnico-ambientales para mostrar sus bondades a los demás mineros,
es indispensable que esta mina trabaje bajo las mismas condiciones
que sus vecinos del lugar, y que por la presencia del proyecto no se
produzcan distorsiones de estas condiciones (p.ej. subvenciones pagadas por el proyecto, máquinas y procesos manejados sólo por técnicos del
proyecto,
etc.). Las medidas implementadas tienen que demostrar su factibilidad
y ser operadas por los mismos mineros (después del tiempo necesario de
ajuste y entrenamiento).
Una de las experiencias importantes en los proyectos de pequeña
minería se refiere a la adecuada interpretación de la estrategia de fomento.
En este caso, se debe diferenciar básicamente entre dos enfoques distintos:
En los proyectos ejecutados, se ha notado una cierta “autodifusión”
de medidas exitosas (especialmente cuando su aplicación resulta en ventajas
económicas). Muchas veces, se ve la autoimplementación como el éxito
más grande de un proyecto. Lamentablemente, el paquete de tecnologías
desarrollado por el proyecto corre el peligro de distorsionarse por la vía de
una autodifusión:
Una condición en la fase de implementación debía ser que sean
los propios mineros los que paguen las medidas a implementarse. Esto,
sin embargo, es difícil en el caso de medidas piloto o experimentales. En
estos casos, es aconsejable que el proyecto financie la implementación y
algunas veces pague los costos de operación de estas medidas durante el
tiempo de experimentación.
Parece poco probable que un proyecto de duración limitada pueda
cambiar/mejorar todas las minas en su área de trabajo. Sin embargo, el
objetivo debe ser mejorar el número más grande posible. El esfuerzo necesario
para cambiar una mina es bien variable. Una “mina piloto”, sirve
inicialmente para experimentar y optimizar las diferentes alternativas
tecnológicas, para luego convertirse en modelo para otras. El esfuerzo
(personal, de tiempo, de conocimiento, financiero, etc.) para una mina piloto
es grande y difícil de estimar (por la inseguridad de la investigación
tecnológica). Una vez que se han encontrado las soluciones adecuadas, se
las puede implementar en otras minas de una manera más fácil, barata y
rápida.
Para acelerar la implementación y crear más “minas modelo”, el proyecto
puede en algunos casos prestar maquinaria o equipos, con la condición,
una vez instalados éstos, ajustados y aprobados por sus resultados favorables,
de que los mineros tengan que pagarlos. Así, se puede superar la actitud
reservada (recelosa) de muchos mineros, de invertir en tecnologías nuevas.
Si se aumenta el número de implementaciones exitosas, el interés y la
disponibilidad de invertir de las demás minas aumenta. Esta estrategia ha
mostrado buenos resultados en el Proyecto MEDMIN en Bolivia. En este
caso, sin embargo, después que los mineros han pagado por los equipos
instalados, la asistencia técnica y el seguimiento por parte del programa es
todavía gratuita. Una participación de los mineros en los gastos de asistencia técnica es deseable pero no fácil de obtener, por lo menos en la fase que
cuenta con financiamiento internacional.
Excepcionalmente, las organizaciones estatales o no-estatales (especialmente
los organismos sectoriales) disponen de estas informaciones. Generalmente,
es el mismo proyecto que tiene que realizar estos inventarios.
Sobre esta base, se pueden calificar, cuantificar y clasificar las minas, las
tecnologías empleadas y los impactos ambientales en el área del proyecto,
así como las condiciones infraestructurales y socio-económicas del grupo
meta. Luego, recién es posible priorizar las tareas del proyecto respecto a la
implementación de las medidas técnico-ambientales.
Sólo en contados casos será posible llenar todos estos requisitos, pero
mientras más se aproxime la empresa piloto a este perfil, menores serán los
riesgos inherentes a la difusión de soluciones exitosas.
Las experiencias hacen pensar que es favorable aplicar ambos criterios en
la ejecución del proyecto:
Es de suma importancia rebasar la etapa de las “minas piloto” y
entrar a la etapa de difusión masiva durante la duración del proyecto.
Una tecnología nueva sólo puede sobrevivir cuando existen suficientes
operaciones
mejoradas (como la población mínima, para el caso de especies
animales en peligro de extinción). Una sola mina piloto –por cualquier
problema
(legal, de yacimiento, financiero, etc.)– puede desaparecer rápida-mente.
Además –el objetivo de un proyecto, generalmente es la mitigación
sostenible del impacto ambiental de la pequeña minería en un área– y esto
no se logra mediante una sola mina piloto.
Por esto, es indispensable ofrecer y garantizar a largo plazo el
seguimiento de las medidas implementadas. Esto se puede realizar con el
mismo proyecto o con otro si las actividades se traspasan a una organización
sostenible (ver subtítulo 6.2.5).