Pueblo minero artesanal de SANTA FILOMENA (Ayacucho)
"¡Toda tu santa tierra está mineralizada!" | Recoge un poema escrito en 1996 por un viejo minero de Santa Filomena, dirigido a todos sus colegas y compañeros de labor. Efectivamente, se trata de una gran roca mineral enclavada en lo alto de la cordillera andina occidental del Perú, en el límite de Arequipa y Ayacucho. Zona por décadas abandonada y hoy recuperada por cientos de mineros artesanales bien organizados y unidos en objetivos comunes, se trata de uno de los campamentos minero artesanales con más historia y desarrollo del país. |
Iniciamos el ascenso desde las costas de Arequipa en el kilómetro 650 de la Panamericana Sur, atravesando interminables parajes y desiertos, antes de subir por la trocha en serpentín hasta la entrada al campamento minero y pueblo de Santa Filomena, asentado en una de las quebradas más altas e inaccesibles de la puna que separa los departamentos de Arequipa y Ayacucho.
El caserío de Santa Filomena se encuentra en
las proximidades de una antigua mina abandonada del mismo nombre, en el
flanco occidental de la cordillera de los andes peruanos, conocida como el
Sur Medio del país, departamento de Ayacucho, provincia de Lucanas.
Frente a nuestros ojos, el pueblo de Santa Filomena aparece como un
esfuerzo espectacular del hombre luchando por ganarle espacio a una
naturaleza primigenia e implacable: viviendas construidas de esteras y
palos de madera, con piso de tierra y techos recubiertos de plásticos
azules, sobre bases de roca sólida, organizadas en angostas y hacinadas
callejuelas.
Con la lógica de los pueblos recientes, Santa Filomena crece sin control,
albergando a 1500 habitantes, dedicados en pleno a explotar los viejos
socavones.
Esta localidad ha logrado un importante avance en términos de organización
gremial y control social. Los mineros se asocian a partir de relaciones de
confianza y parentesco, en grupos de 5, 10 ó 15 personas. Juntos trabajan
las campañas o tiempo que toma internarse en las minas y explotar el
socavón, formando pequeñas asociaciones temporales que delimitan al mismo
tiempo el área de explotación.
Hacia finales de los ochenta, se fundó un Comité de Defensa para lograr la
permanencia de los mineros en la zona, constituyendo luego la empresa
SOTRAMI (Sociedad de Trabajadores Mineros de Santa Filomena), con la
finalidad de obtener una concesión, logrando que se les reconozca la
propiedad de mil hectáreas.
En la actualidad son unos 200 socios, los que gracias a la empresa han
logrado contar con licencias para la utilización de explosivos y cumplir
con los procedimientos de evaluación ambiental, por lo que dichos socios
aportan diez soles mensuales para las operaciones administrativas.
Pero Santa Filomena tiene graves problemas por resolver: La falta de
saneamiento e higiene en la comunidad es evidente. Una mezcla de malas
costumbres muy arraigadas en su población y flagrantes carencias de
infraestructura sanitaria, se combinan para generar un escenario propicio
para las enfermedades infecto contagiosas, que hacen presa rápida de niños
y niñas, principalmente, sobre todo en una zona donde las temperaturas de
día y noche son extremas.
El recojo de la basura sin un tratamiento apropiado, la falta de agua
potable, las precarias condiciones de vivienda, el beneficio del mineral y
refogue de la amalgama de oro al interior de las casas, más la inclemencia
del clima, se convierten en una mezcla peligrosa que actúa como bomba de
tiempo.
El trabajo infantil subsiste, pero en menor grado y se ha convertido en un
tema de preocupación general. Niños y niñas
ayudan a sus madres en el
pallaqueo, pero ya no participan en otras actividades como el acarreo de
mineral. La mayoría de adolescentes trabajan en el quimbalete, pero no la
consideran una actividad peligrosa.
Un buen grupo de madres
han abandonado la labor en las minas, gracias a la
acción de instituciones de desarrollo y a la cooperación internacional,
por lo que hoy tienen pequeños negocios de abarrotes, panaderías,
ferreterías, peluquerías y otros establecimientos comerciales y
productivos, todos de gran importancia para la vida del pueblo.
En opinión de los propios mineros, un tema permanente de conflicto es el
agua. Esta es distribuida por la empresa Laytaruma, a cambio de acopiar el
mineral que extraen de Filomena. Cada vez se raciona más el agua y las
necesidades se incrementan conforme crecen las familias.
Algunos mineros expresan que hace más de una década, cuando Santa Filomena
era apenas un campamento de hombres y dormían sobre el terreno cubiertos
por plásticos en casuchas de piedra, un hombre podía subsistir con un
bidón de agua por quince días. Era imposible pensar en el aseo o en la
limpieza de utensilios. A quien utilizara el agua para ello, simplemente
le era decomisada.
Pasados los años, las cosas han cambiado pero no mucho. Hoy el agua
también se raciona y aunque los métodos para transportarla son otros, el
consumo de agua no potabilizada es un problema en una zona donde las
temperaturas en épocas de calor son insoportables y abundan las
enfermedades intestinales e infecciones.
En Santa Filomena está prohibido beber licor de lunes a viernes y sólo se
permiten las fiestas que previamente han sido comunicadas a las
autoridades locales: el agente municipal y el teniente gobernador.
Se
trata de una norma aceptada por todos y nadie se atreve a quebrantarla.
Esto surgió para solucionar un grave problema de alcoholismo y violencia
que en alguna época, parecía ser un problema muy serio para este pueblo
minero.
“Tenemos muchos problemas. ¿Pero sabe amigo?, creo que las cosas están
caminando mejor para todos aquí en Filomena. Es cuestión de paciencia y de
trabajo de todos juntos. Tengo muchas esperanzas”, nos dice Héctor, un
minero artesanal que cree firmemente que el futuro, se hace con las
propias manos que extrae el mineral.